20 de febrero de 2015

Cuidarnos con el corazón

Hace unos días una amiga mía se murió por su propia cuenta. No sé qué pasó, ni por cuáles circunstancias estaba transitando su vida, ni siquiera habíamos hablado nunca sobre el suicidio, así es que es posible que su decisión haya sido larga y detalladamente meditada y se haya ido en paz. Nos conocimos y nos quisimos cuando ella volvía a Colombia y acompañó en su agonía y muerte al que había sido su exesposo y mi maestro. Ambas lo adorábamos e intuyo que fue eso lo que nos unió, el hilo del amor. 

Su muerte me hizo llorar profundamente, tal vez por estar fuera de Colombia y no poder estar ahí para abrazar a su hijo, que es mi amigo, a su hermosa nieta y los otros amigos que sé, comparten mi tristeza. Pero también y sobretodo, lloré por esa sensación de pensar en qué angustias pudo haber estado sumida su alma y si hubiera yo podido darle una palabra de aliento o esperanza cuando la necesitó. O simplemente poder acompañarla en esos momentos oscuros en los que no se ve salida posible y no se cuenta con ayuda porque no nos atrevemos a pedirla, porque dicho sea de paso, no está bien visto tener momentos de angustias u oscuridad emocional. En cambio sí, ser bellas, flacas, inteligentes, mantenernos impecablemente arregladas, divertidas, exitosas…y se va poniendo cada vez más alto el nivel necesario para ¿ser feliz? 

No digo que el nivel nos lo impongan los medios de comunicación, o las multinacionales o los avisos publicitarios o las convocatorias laborales. Hablo de que nos lo ponemos nosotras mismas… madres, primas, hermanas, amigas que cuando nos encontramos o nos llamamos poco preguntamos realmente por cómo está la otra en su ser más profundo… pero nos ocupamos de tener todos los detalles de ¿y el trabajo?¿En qué proyecto andás ahora? ¿Te está yendo bien? Ya sabemos que en Medellín una persona se presenta y al segundo, si no lo ha dicho, se le interroga sobre su profesión y/u oficio, como si fuéramos lo que hacemos. 

Pienso, con amigos que se van, con los peores índices de salud mental del país… ¿No valdrá la pena preguntarnos qué estamos haciendo por el bienestar emocional, mental, espiritual de quienes amamos? ¿De qué manera cada una de nosotras contribuye a ejercer esa presión social que a la hora de la verdad, o mejor dicho, en lo profundo, no le importa a nadie?

Lo siento, éste es, amigas mías, mi grito de dolor por una amiga, por mí misma y por tantas de ustedes que sé han transitado momentos oscuros y de soledad, retrayéndose, aislándose para no evidenciar sus miserias personales. Es una invitación a que nos amemos y protejamos más entre nosotras, a que no sólo nos llamemos más, sino que saquemos el tiempo (en Medellín se vive muy rápido, sin necesidad) para juntarnos más a cocinar, a tejer, a leer, a caminar, a no hacer nada, a compartir el silencio, el miedo, las dudas, a preguntarle a la otra con el corazón y con las palabras justas cómo está. 

Nada, nada, mis amigas, es más importante que ser feliz, ni el posgrado, ni el auto, ni el novio, ni el trabajo estable, ni el éxito profesional… nada es más importante que ser feliz. Hablo de la felicidad como la paz, el sosiego, el gozo perdurable en el tiempo. Parece obvio y a menudo lo olvidamos.

No hay comentarios: